TRATAMIENTO REHABILITADOR
OBJETIVO
El objetivo primordial del
tratamiento neurorrehabilitador consiste en prolongar la capacidad funcional,
promover la independencia y ofrecer al paciente la mayor calidad de vida
posible.
Así, desde el punto de vista
neurorrehabilitador, en la ELA pueden diferenciarse tres fases clínicas con
diferentes estadios, en los cuales el tratamiento aplicado y los objetivos
perseguidos varían en función de la situación clínica del paciente, la tolerancia
de éste al tratamiento y la previsión evolutiva.
Primera fase: paciente independiente
– En un primer estadio, el
enfermo sólo presenta una debilidad leve y/o sensación de torpeza. En esta
fase, el tratamiento rehabilitador consiste en realizar ejercicios que
mantengan los balances articulares y potencien la musculatura no deficitaria, y
evitar los ejercicios que aumenten la fatiga.
– En un segundo estadio, el
paciente puede deambular, aunque presenta una debilidad moderada y puede tener
dificultad o ser dependiente para realizar determinadas actividades como subir
escaleras, levantar los brazos por encima de la cabeza, abrocharse la ropa,
etc. En esta fase, el tratamiento rehabilitador tiene como objetivo mantener en
la medida de lo posible la fuerza muscular, así como evitar la atrofia por desuso,
mantener los balances articulares y evitar las retracciones musculotendinosas.
La terapia ocupacional en esta fase resulta útil para asesorar sobre posibles
cambios que faciliten y/o aumenten la autonomía del afectado. Puede ser necesaria
también la prescripción de ortesis antiequina, bastones ingleses, etc.
– En un tercer estadio, el
paciente tendrá capacidad de deambulación solamente en distancias cortas y será
más dependiente para las actividades básicas de la vida diaria. En esta fase,
el objetivo primordial de la rehabilitación será intentar mantener la máxima
independencia funcional. Es recomendable también iniciar ejercicios de
fisioterapia respiratoria, así como valorar la necesidad de utilizar la silla
de ruedas eléctrica con la finalidad de prolongar la autonomía del paciente.
Segunda fase: paciente parcialmente dependiente
– En esta fase podría
diferenciarse un cuarto estadio, en el que el enfermo todavía es capaz de
deambular en trayectos cortos, aunque prácticamente se mantiene en silla de
ruedas. Pueden presentarse también artralgias y retracciones articulares.
– En un quinto estadio, la
debilidad muscular es entre moderada y grave y el paciente necesita ayuda para
las transferencias. Pueden aparecer úlceras por presión y retracciones articulares
secundarias al déficit de movilidad. En este momento es fundamental empezar a
instruir a la familia del enfermo sobre los cuidados que éste necesita (cambios
posturales, movilizaciones pasivas, etc.), así como sobre las ayudas técnicas
que pueden mejorar su calidad de vida (camas clínicas, cojines y colchones
antiescaras, grúas para transferencias, etc.).
Tercera fase: paciente totalmente dependiente
–En esta fase el afectado necesita
movilizaciones pasivas para evitar la estructuración de las deformidades
articulares. También se pone de manifiesto clínicamente la disfagia neurógena, inicialmente
abordable modificando la textura de los alimentos y utilizando espesantes para
la ingesta de líquidos, pero que posteriormente acaba con la alimentación por
sonda nasogástrica o por gastrostomía. También se manifiestan los trastornos
del lenguaje (disartria), que se intentan mejorar utilizando elevadores del
paladar, amplificadores de voz y sistemas de comunicación alternativa en las
últimas fases. Así mismo debe plantearse la necesidad de realizar asistencia
ventilatoria no invasiva con mascarilla nasal o, si es necesario, la práctica
de una traqueotomía para soporte ventilatorio mecánico. Se debe considerar si la
situación del paciente y el entorno familiar permiten la estancia en el
domicilio o si debe plantearse el ingreso en un centro adecuado.
–En todas estas fases es
fundamental, además de brindar apoyo psicológico al paciente, no descuidar el
apoyo y la atención al cuidador principal y/o cuidadores, ya que su salud
psicológica puede verse afectada de manera adversa por el esfuerzo y el estrés,
además de sufrir una serie de riesgos que, probablemente, le llevarán a
sentirse menos comprometido con el deber de practicar conductas saludables para
sí mismo (uno de los aspectos señalados por los cuidadores como generadores de
estrés es la falta de tiempo para ellos mismos).
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